Ciociaria


Pacífica, armoniosa, verde, histórica, antagónica y agreste a un tiempo; la tradición ancestral se pasea naturalmente por estas tierras que han testificado luchas milenarias y cuyos muros, calles, árboles, personas, llevan calladamente encima, el peso de la historia en cada fibra de piel, en cada ladrillo de cada casa, de cada castillo, en cada piedra, en los ríos que la recorren hace cientos de años, en cada camino… Cada árbol centenario, ha testificado el paso de millones de almas, de los más variados climas, de las más diversas formas de pensar, de actuar, de comportarse. Distintas generaciones que han dejado una huella imborrable, con todos los castillos, fortalezas, calles empedradas, estrechos callejones, iglesias hermosamente decoradas, dialectos, aromas, colores… y, por otra parte, la tan cómoda e invasora modernidad que se abre paso silenciosamente a través de la tecnología, intentando modificar costumbres y usanzas que resisten duramente a ceder ante la presión que ella ejerce, manteniéndose invariables ante aquella, que no para de llegar con sus carros del año, sus máquinas de arado ultramodernas, sus productos empaquetados al vacío y en botellas de plástico, sus productos procesados y con agroquímicos, etc. La mentalidad de sus habitantes se resiste (más en las generaciones más viejas) a cambiar, a dejar de ser quienes siempre fueron, de agregar nuevas rutinas a sus vidas ya gregarias y tranquilas. 

Recibe el nombre de Ciociaria una zona estratégicamente ubicada en la Región de Lazio, cercana de Roma, que se compone de las poblaciones vecinas al “Comune de Frosinone”, como Alatri, Ferentino, Veroli, Anagni, Calzature y poblados pequeños como Arpino, Tecchiena, Fumone, entre otros. Debe su nombre a un típico calzado utilizado en las labores del campo y por pastores de la zona conocido como “Ciocia”. De allí que “Ciociaro”, hace referencia a las personas que utilizaban este calzado (campesinos primeramente) y que en la actualidad ha sido adoptado por todos aquellos que habitan esta región para definirse a sí mismos.

Zona agrícola por excelencia, cuyas plantaciones de oliva, son reconocidas por la altísima calidad de su Aceite de Oliva Extra Virgen, que es elaborado de manera artesanal, siguiendo las costumbres y tradiciones de muchas generaciones y traídas hasta nuestros días de familia en familia. Se mantiene intacta también, la costumbre de plantar en la parte de atrás de casa, todo aquello que se consume en la mesa: Uvas para hacer su propio vino “Casareggio” (Casero), Lechugas, Berenjenas, Calabazas, Calabacín, Zanahoria, Vainitas (o judías), Cebollas, etc., frutas de todo tipo según la estación (hay 4 estaciones, obvio) y algo que no puede quedar por fuera y que representa la unión de toda la familia, cuando llega la hora de cosechar para preparar para el año completo, el tan preciado POMODORO (Tomate).

Una vez por año se cosecha y todos los miembros de la familia (y hasta los agregados) participan del festín que representa la preparación del SUGO (salsa de tomate), que tiene un complejo proceso de limpieza, preparación, cocción y finalmente embotellado. Dicho ORO ROJO, posteriormente se usa durante la época de frío y el resto del año para aderezar la tan preciada PASTA, que es marca registrada y tradición de todos los italianos. Un símbolo de la Italianidad, se podría afirmar.

Tierra esta que vio nacer emperadores y protagonista a su vez de grandes luchas sociales, batallas por la emancipación de grandes poderes e imperios que la dominaron a lo largo de su historia. La Ciociaria realmente no tiene confines definidos, ella sigue viva y se mueve en la zona de manera independiente, creciendo por algunas partes, pero manteniendo su espíritu incólume, indomable y primitivo ante todo. Paradójicamente llena de un calor humano que es inolvidable y que queda grabado en el alma de quien quiera que pise esta tierra bendita.

Las madres de casa, cuidadoras de sus críos, protectoras y celosas (un matriarcado, pues), son quienes marcan la pauta dentro de casa, manteniendo el orden, la limpieza, los horarios de comida, quienes preparan aquello que se come en cada vuelta a la mesa (sea desayuno, almuerzo o cena) y se aseguran de que todos cumplan con la tradición de comer sentados (y preferiblemente, todos juntos, mientras se asiste a la TV). Son también ellas quienes llevan el encargo de cuidar de la apropiada educación de sus hijos y de que las costumbres sigan transmitiéndose de generación en generación. Muchas veces cargadas con un peso mayor del que pueden cargar, al estar al mando de la casa, del orden y de las vidas de todos los que allí habitan.

Los padres trabajan la tierra y traen la comida a casa, básicamente. Son los encargados de velar porque en el hogar no falten alimentos y que todo funcione apropiadamente. Gracias a ellos, las tradiciones rudimentarias de arado, siembra, cosecha, se mantiene, así como la transmisión de las costumbres del campo y del trabajo rudo en casa, aunque las mujeres deben siempre velar porque todo se cumpla.  

En la CIOCIARIA, todos se conocen. Cualquier miembro nuevo o de visita es estudiado a fondo por TODOS. Es decir, se le interroga quién es, de dónde viene, qué tanto tiempo se queda, qué hace, a dónde va, qué tipo de relación tiene con los dueños de casa, por qué está por aquí, qué vino hacer por estos lados olvidados de la tierra, si cree o no en Dios (o en qué cree), quiénes son sus padres y qué hacen, si están vivos y si le han dado permiso para quedarse tanto tiempo, si se es o no casado o soltero o viudo y por qué, cuántos hijos tiene y dónde viven, etc. Son las preguntas básicas que surgen cuándo se es presentado a cualquier persona por primera vez, ya luego las preguntas son más íntimas (cuando se rompe el hielo), queda de uno responder o no a ellas.

La Ciociaria, es rica en paisajes fantásticos, muchísima historia, verdes increíbles, fortalezas, castillos, plantaciones de uva, aceituna, tomate, etc. Además llena de ese calor humano necesario para que uno se sienta en casa, bien recibido. Gente sonriente, amable, curiosa, que te abre las puertas de su casa y se sienta contigo para compartir un almuerzo o para “Fare l’aperitivo” con un buen “amaro” y su respectivo buen café.

Se puede apreciar a través de las miradas y el brillo acuoso de los ojos de quienes habitan esta tierra, la inocencia, la pureza de espíritu de las personas (muchos aquí), la falta de maldad citadina y quizás esa candidez propia de la gente acostumbrada a sus costumbres, que no mide aquello que dice porque no tiene maldad por dentro, que te observa como un estudioso de Botero observa las pinturas de gorditos propias de éste artista, buscando detalles mínimos. Esos detalles que te diferencian de él mismo, para en el fondo entender que eres de un lugar distinto y que posiblemente haya algo en ti que puedas dejarle, algo interesante que puedas transmitirle, con lo que, posteriormente, en las fiestas del pueblo, alardear entre sus amigos, mostrando su superioridad, con orgullo, al tenerte entre los suyos, siendo una joya rara traída de otro país. Algo exótico, enigmático. Es muy agradable dicha sensación.

Encanto. Es la palabra más cercana para definir lo que a nivel personal sentí al ser acogido entre mis amigos CIOCIAROS. Este universo maravillosamente generoso siempre permite que me cruce con personas llenas de luz propia, que tienen alma de gigantes y con quienes siempre logro una mágica empatía, un lazo invisible que una vez estrechado, no se desata jamás. Es por eso que dedico esta semblanza principalmente a Viviana Fernández, que no siendo original de la zona, ya está convertida en tal y es mi gran amiga del alma de muchos años, que me extendió la invitación y después a todos los grandes amigos que conocí y con quienes compartí momentos únicos de unión familiar (porque así me lo hicieron sentir): Todos los Mizzoni: Andrea, Celeste, Daniele, Cristina, Ennio y demás, familiares y agregados, como Natascia, Emiliano, los niños Emanuele y Giulia, Clarissa, Isabella, Fabíola, Pierluigi, clientes o no del Bar Firenze, como Desiré y su madre, Giorgio, Josefina, Stefano. También Sonia Soto, quien también le dio color a mi estadía allá y hasta el proveedor de la Coca Cola, Stefano. Una mención especial a quien con su saber, su carisma y su calidad humana compartió sus conocimientos locales de historia, mitos, leyendas y tradiciones de Arpino y varios “Paesini vicini”, despejando dudas como ningún otro podría haberlo hecho: Mario Mercurio.

Grazie mille a tutti!!!! Ci vediamo presto... (Mil gracias a todos, nos veremos pronto…)
Zadir Correa Vergara
Septiembre 2015

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