Despedidas...

Qué qué se siente? Es una sensación profunda de vacío, de desesperada y violenta soledad que te inunda el alma, cada vez que sucede. Se combina dicha sensación con un desgarro carnal, como la mordida de un animal salvaje, como la picadura de una serpiente venenosa… El corazón bate fuertemente, desesperado. Todas las células del organismo entran en una encarnizada batalla para reponer el pedazo que les ha sido arrebatado y del cual, a pesar de la lucha sin cuartel, quedará sólo una gran costra que tardará en sanar y al final dejará una gran huella indeleble en la forma de una cicatriz profunda, que llevaremos con nosotros hasta el último de nuestros días.
Sí, eso es una despedida.
Durante un tiempo determinado se van tejiendo lazos importantes de camaradería, mezclados con sonrisas, lágrimas, aventuras, momentos banales gastados juntos, logros, fracasos, sueños compartidos, risas desenfadadas, un café testificando un atardecer anaranjado o simplemente una mirada cómplice que dice mucho y oculta poco. Todo ello emerge descontroladamente como una herida recientemente abierta, cual rio caudaloso en aquella hora no deseada y súper triste en la que hay que decir ADIOS.
Las despedidas pueden clasificarse también por el grado de dolor que causan en el corazón, las hay temporales, que dejan la opción abierta del reencuentro futuro; circunstanciales, que no tienen certeza del reencuentro futuro y las más dolorosas, las definitivas.
Las temporales las tenemos siempre, refiere a todas aquellas personas que han compartido mucho más que un café, una sonrisa o una lágrima; entra la familia, cuyo vínculo es demasiado fuerte para ceder a la distancia, entran los amigos entrañables de toda la vida, que compartieron sea su infancia, su adolescencia o alguna etapa de su adultez contigo, también contamos aquí a compañeros de trabajo, que comenzaron así y que luego se transformaron en una compañía difícil de mantener lejos de uno. Despedidas temporales, porque hay distancia entre ellos y nosotros, pero en un futuro cercano estarán de nuevo cerca, porque los lazos que nos unen son sencillamente irrompibles.
Las despedidas circunstanciales también las tenemos siempre, incluso con más frecuencia que las anteriores, ya que se clasifican aquí, aquellas personas que se involucran con nosotros de alguna manera importante, dejan huella en nosotros, pero que sólo se quedan poco tiempo a nuestro lado, conservamos una foto de aquella salida, o en aquel viaje de vacaciones, recordamos con nostalgia aquellas risas o aquel momento especial puntual de nuestras vidas, de aquellos capítulos cortos de existencia en los que esa otra persona hace la diferencia y entra en nuestro mundo para cambiarlo, conquistando así una parcela de corazón y alma que no se podrá olvidar ni con el más despiadado villano, como lo es EL TIEMPO. Son personas importantes que marcan nuestra vida puntualmente, pero que quizá no volvamos a ver en el futuro.
Finalmente están las despedidas definitivas, aquellas que asaltan nuestra vida con o sin aviso y que son mucho más dolorosas por aquello que representan para nosotros. Aquí incluimos a todos aquellos seres que nos han acompañado por un período de vida importante, sea circunstancial o ampliamente y que luego han partido para nunca más volver. La sabiduría popular, basándose en la actualidad de nuestros días tan convulsionada, en la existencia llena de obstáculos, en las duras pruebas para sortear a diario, dice que cuando estos seres nos dejan, “parten para mejor vida”. Cuando deben dejar este plano, son incorporados al plano celestial transfigurados en ángeles de la guarda, en luz pura, sanadora, eterna, en protección permanente.
Incluyo aquí también a nuestras mascotas amadas, que nos llenan la vida de alegría con un simple gesto de cariño, agitando su rabo, estregándose en ti, lamiéndote o simplemente con aquella mirada cómplice cargada de inocencia y amor puro de verdad. Fielmente nos acompañan hasta que su tiempo se termina, dejando un vacío irreparable y doloroso. Hacen que nuestra vida rutinaria y monótona sea llena de color, alegría. Nos alejan el stress y las vibraciones negativas que absorbemos fuera de casa, al recibirnos cada día de manera desinteresada y siempre con cariño.  
Muchas veces, el dolor de perderlos, es más grande que el que podríamos sentir por algún otro ser humano que nos haya dejado. Despedirlos también es un luto que se carga en el corazón por siempre, por ello merecen mención especial al representar una despedida definitiva, ya que una vez que se van, no hay otro ser que los sustituya. Cada uno tiene su personalidad y una manera especial de impactar nuestras vidas…
Obviamente no podemos olvidar a nuestros seres queridos que se nos van. Puede que lo esperemos o no y pueden ser familiares, amigos, grandes amores, padres, abuelos, hijos o cualquier otra persona que nos haya acompañado y con quien compartamos un almuerzo, una cena especial, una cama, una vida… o parte de ella. Sea como sea, la despedida es definitiva y muy dura, se mezclan dentro de nosotros varias cosas inexplicables, como rabia, desespero, desamparo, dolor, recuerdos alegres y la tan necesaria resignación, que siempre llega al final, como un bálsamo que alivia el peso de la pena. Queremos egoístamente que se queden a nuestro lado, cuando a veces es mejor que se vayan a descansar y no que queden sufriendo en vida. Los liberamos para que sigan su camino de ascensión, para que se reúnan con la LUZ ETERNA, mientras nosotros seguimos el nuestro, mundano y con muchas otras pruebas que superar.
Son así de dolorosas las despedidas, incluso con el (villano y bondadoso a la vez) TIEMPO, sanamos, las heridas se cierran, cicatrizan y finalmente nos conformamos, pero no olvidamos. Eso nunca.
A todos aquellos de quienes me he despedido circunstancial o temporalmente en los últimos tiempos, les recuerdo que aquí estoy. Muchas veces ausente por largas temporadas, pero con su recuerdo vivo en mi memoria, recuerdos que sólo reafirman que sigo VIVO y que aún hay motivos para seguir adelante.
Vendrán nuevas y variadas despedidas, muchas de ellas gracias a esas elecciones que hemos hecho en nuestro camino hacia dónde queremos llegar, pero sea como sea la despedida (temporal, circunstancial o definitiva) siempre, al final, en el aquí o en el más allá, volveremos a reunirnos, volveremos a vernos.
Zadir Correa Vergara
Septiembre 2015


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