YO SOY ASÍ… ¿Y QUÉ?

Desde pequeño siempre se metieron conmigo, todos. Desde los maestros hasta mis compañeros. Me colocaban apodos o se mofaban de mí. Yo nunca me traumaticé ni tampoco me sentía menos por eso. Recuerdo a los flacuchentos del salón, muy estirados ellos, siempre luciéndose en la hora del recreo para ver quien corría más o quién aguantaba más bajo el sol. Nunca me ganaron. Ellos creían que diciéndome ballena o neverita me insultaban. A veces prefería esos motes a que me llamaran por mi nombre de pila: “Justino”, me hacían un favor. Yo simplemente me divertía con aquello y les replicaba: lombriz de tierra, patas flacas, peo ‘e culebra o pantera rosa.

No puedo quejarme de mi infancia, todo me lo tomaba como un chiste, incluso los regaños de mis profesores cuando me reclamaban que hablaba demasiado o que estaba comiendo en clase o cuando me dijeron una vez que dejara en paz a Pablito (a quien yo llamaba Pantera Rosa) porque vivía asustado por mis juegos poco delicados. En el patio, cuando con sus amiguitos los flacuchentos, se metía conmigo, lo perseguía hasta alcanzarlo, lo zarandeaba, lo sometía y me le sentaba encima… Es ahí cuando se parecía a la Pantera Rosa, se ponía colorado y cuando lo liberaba caminaba como de lado. Muy cómico. Todavía hoy lo llamo así.

Después en la adolescencia cuando me fui desarrollando pensé que iba a componerme (así decían todos), que a lo mejor con el desarrollo de mis partes y con el hecho de que ahora tenía vello en partes que antes eran lisas, yo iba a cambiar. Negativo.

A veces sentía que desentonaba. En todos los lugares: la universidad, las reuniones con los amigos, mis primeras novias, siempre me hacían ver como un desequilibrado, porque siempre estaba de buen humor y me reía escandalosamente, lo que hacía que muchos de mis compañeros (los estirados y larguiruchos) me vieran como gallina que mira sal: por encima del hombro.

Ni eso me inmutaba. Me gusta ser como soy y no hay nadie que pueda cambiarme eso. Además adoro comer. Ése es uno de los placeres mundanos más deliciosos que hay. Cómo disfrutaba y todavía disfruto sin tapujos un grande y delicioso helado de fresa y ron con pasas… es mi favorito; o de una paella de mar y tierra, una pizza crocante con todos los ingredientes que le quepan… ¡dígame la comida mexicana! La adoro…

No sé si mencioné a mis novias arriba, pero las retomo: Siempre he tenido novias… por poco tiempo, pero novias al fin. Los muchachos siempre me decían que con esta barrigota mía el miembro se hace ver más pequeño y debo decirles algo: es falso. Yo lo veo perfectamente y lo sé usar mejor que muchos de mis amigos los flacuchentos y atléticos.

Me he cansado de verlos entrar en la farmacia a buscar su pastillita azul para ayudarse Yo no la uso. Mis facultades masculinas están al mil por ciento y tengo muchas “amigas” que pueden dar fe de ello. No me hace falta además. La única razón por la que me dejan mis novias es por mi manera de vivir la vida. Sí, créanme, por mi manera de vivir la vida: con diversión y tomándome todo a la ligera. No me importa mucho ni me doy mala vida. Ya aparecerá alguien que me quiera así como soy.

Creo que eso puede significar un problema para mí más adelante. En mi carrera siempre fui de los mejores, ejerzo mi profesión con dignidad y cuando estoy en ello lo hago bien y me comporto profesionalmente. Por eso soy publicista. Me gusta mucho crear imágenes. Cosas nuevas. Pero en cuanto me deshago del traje de ejecutivo vuelvo a ser yo. Me gusta la playa, las parrillas en casa de mis amigos y respeto demasiado mi tiempo libre, adoro los lugares al descubierto, la playa, la montaña y hacer el amor como un loco.

Tomo poco debo decirlo, sólo bebo ocasionalmente (“socialmente” dirían mis amigos estirados) Mi gordura no es de borracho, no. La mía ha costado mucho trabajo, es como una gran inversión que protejo a capa y espada de quien venga atacarla. Es más, la disfruto, me gusta pasarle la mano encima, restregarla bien cuando me baño, asolearla cuando voy a la playa y me encanta que mis novias me la besen. Me siento como Rico Mac Pato en su piscina de oro cuando la toco. Soy feliz con mi barriga, es mía y hago lo que se me venga en gana con ella.

En cambio mis amigos viven reprimidos, los flacos se preocupan porque van a perder la línea (¡ay vale!), los otros rellenitos andan acomplejados y no salen de sus vidas monótonas y legalmente aceptadas: su mujer, un par de hijos, la mascota, una vivienda que están pagando, el mercado mensual y una montaña de deudas por todos lados: tarjetas de crédito, la cuota del seguro, la cuota de la pensión, el colegio de los “niños”, los regalos de diciembre para toda la familia, la mensualidad de la fosa del cementerio, el agua, la luz, internet y un muy largo etcétera.

No significa que yo no tenga estos gastos. Los tengo, pero no me sumerjo en ellos, no les permito que se apoderen de mi vida de un modo tal que me aten a la casa o la oficina, NO. Yo me rumbeo mis deudas, me río de ellas, me río de las adversidades. La verdad es que para mí no existen. La gente dice que soy un tipo con SUERTE y yo les digo que yo me lo he GANADO.

Todo depende de cómo veas los problemas. Ellos no deben ser más grandes que tú. Si tengo novia, bien, si no la tengo, también. Nada de sufrideras ni despechos. Yo me tomé muy en serio una frase que leí una vez: VINIMOS A ESTE MUNDO A SER FELICES. Yo lo soy.

Tengo amigos que se acomplejan porque en el momento de la cama no les funcionó, otros que sufren porque la mujer los engañó con otro, la Pantera Rosa (como le digo de cariño) vive en una sola quejadera porque es economista y según él: ESTO NO HAY QUIEN LO AGUANTE. Yo no. Si no se me levanta el niño en el hotel, agarro mis cosas y me voy. Si mi novia me engaña con alguien, la dejo y me busco otra. Si no tengo suficiente dinero, no gasto más de lo necesario. Digamos que soy práctico.

No sé si será inmadurez de mi parte o que no me dejo abrumar por esas circunstancias, pero yo veo las cosas de otra manera, desde otra óptica. Yo disfruto la vida tal como soy, no quiero cambiarme la nariz, ni el mentón, ni el cabello, ni la boca ni mucho menos quitarme mi barriga que tanto me ha costado. Si confieso que me depilo mis partes íntimas por higiene, pero jamás pretendería ser quien no soy por hacer feliz a otro. ¡Me gusta como soy chico! Y si tengo que pelear con quien sea, lo hago.

Que me digan ballena, neverita, lavadora morocha, gordo feo, deforme, cuerpo‘e yuca, todo eso es mejor que me vean en la calle y me griten mi nombre ¡Justinooooo!... ¡eso sí es espantoso! Pero es mi nombre y me lo calo, ¡qué más da! Ya te lo dije antes, SOY FELIZ COMO SOY, llámenme como me llamen. Yo sí soy GORDOOOOOOO… ¿Y qué?
Zadir Correa

1 comentario:

Unknown dijo...

Extraordinario comentario de una persona que ve su pasado con su presente de manera consciente...
Muy bueno pana, un gran abrazo !!!