El sueño de Isabel

Desperté esta mañana de un sueño muy extraño. Era confuso, no sé si me pertenecía o si estaba yo en el sueño de alguien más, de hecho, no sé si era sueño o pesadilla. No entendí de qué se trataba. Fue como mágico, sutil, enigmático, cándido y lúgubre a la vez. No quería despertarme al final, pero de pronto, después de aquella travesía y como por arte de magia estaba yo en mi cama, en mi casa, sola como siempre, llorando.
En el sueño me veía yo misma, a lo mejor un poco más joven, quizás más vieja, no lo sé. Estaba de frente a una puerta que se abría en el cielo, pero no un cielo cualquiera, un cielo a ratos gris, a ratos rojizo, nunca azul… pero era el cielo, de eso estoy segura.
De pronto, de la puerta emergió una potente luz que me encegueció por un momento que me pareció eterno, impedía que yo pudiera siquiera abrir los ojos… era desesperante. Luché por despertarme, pero no pude, algo me lo impedía, era como si ese algo me quisiera mantener en ese lugar, frente a esa puerta para mostrarme lo que a continuación vi.
Súbitamente mis ojos fueron obligados a ver, sentía como “algo” batallaba conmigo en medio de aquella pesadilla y me dirigía con fuerza la cabeza en dirección de la puerta en el cielo. En ese momento la vi.
Era una imagen que no asustaba, aunque a pesar de ello mi corazón latía desesperadamente, yo podía sentirlo en mi pecho, desbocado, enloquecido, airado hasta que escuché mi nombre. “Isabel, no temas… soy yo”.
Su voz me sonó familiar, suave, pausada, sutil, pero la figura no era nadie que yo reconociera. La recubría un aura blanca intensa, era como una mujer sabia, cabellos blancos, largos, delicadamente peinados y caían con suavidad sobre sus hombros descubiertos. Mi lucha en ese momento fue intensa, estaba como ahogada y quería despertarme de aquella pesadilla horrenda, pero no podía.
“Isabel, no temas”
Cuando me lo dijo por segunda vez me calmé. No sé cómo, pero fui trasladada inmediatamente a un campo clarísimo, había mucho verde, arboles, frutas, animales… todo apacible. Creo que era como debería ser el Paraíso, la figura estaba a mi lado, caminábamos hacia un lugar no definido, a cada paso iba emergiendo… hermoso, con el cielo ahora sí, azul. Allí inició el diálogo:
-¿Quién eres?- pregunté secamente y sin verle a la cara
-Alguien que te quiere demasiado y que ya no recuerdas… Salí de tu memoria hace mucho ya!
-Pero no reconozco tu figura. Nunca te he visto antes. ¿Qué quieres de mí? – le espeté de mala gana
-Sólo quiero decirte que siempre te quisimos mucho, cuando viniste al mundo sabíamos que ibas a ser especial.
-¿Especial yo?, ¿qué le ves de especial a esta vida mía? Tengo 43, mi primer esposo apareció en mi vida a los 36 y murió cuando yo tenía 40. No tuve hijos. Mamá siempre me quiso “casta y pura” y con ese cuento casi me quedo a vestir santos. Estudié lo que ella quiso hasta que le colgué el título en la pared de su casa (que era alquilada, por cierto). Nunca quise estudiar danza ni arte en ninguna de sus expresiones, pero mamá siempre dominó la situación. Todavía dice que mis ojos azules son de alguien importante, grande, famoso…
-Ella te quiso mucho, no sabes cuánto… - me interrumpió.
-Ella solo me usó para que yo lograra las cosas que ella no pudo lograr… y sin éxito… - dije con amargura
-No fue así, su cariño era genuino, me consta. Cuando naciste, tarde ya en su vida, producto de aquel padre que jamás conociste, el gringo, ella lo dio todo. Eras la luz de sus ojos, por ti, ella dejó me dejó sola, abandonó a sus familiares, abandonó su carrera, su vida social, sus amistades y perdió mucho en el camino mientras luchaba por que tú fueras alguien en la vida.
-¿Y sirvió de algo? ¿Tú quien eres? Un ángel, un demonio… ¿quién te mandó?
-No importa quién o qué soy, importa que me gustaría decirte que para que puedas seguir creciendo y desarrollándote como persona, en tus otros roles sociales, e incluso, para que tu carga karmática sea menor en tu próxima vida, es importante que dejes de ver el pasado como una excusa para no ser feliz en el presente.
-¿Qué sabes tú de mi pasado? La única persona que tuve en la vida todo el tiempo fue mamá, ella no me dejó ser feliz, me perseguía, no me dejaba ser. Cuando aparecía alguien en mi vida lo veía con su actitud defensiva y sus ojos escrutadores y sentenciaba: “Ese muchacho no me gusta para ti”… ¿Acaso ella era la que viviría con él?.. Cómo ella no fue feliz, no quiere que yo lo sea… - dije con rabia
-Compréndela ahora, tu madre tuvo muchos errores, no supo encuadrar su vida a tiempo y mucho de éste se le fue de las manos. No quería que pasaras por las mismas cosas que ella pasó.
-¡No tenía derecho a meterse en mi vida! – grité exaltada tratando de zafarme de aquello que me tenía como retenida en contra de mi voluntad en aquel lugar desconocido para mí. No pude
-¡A lo mejor no, pero su intención no fue acabar con tus sueños, más bien quiso que los cumplieras todos, como ella nunca pudo!
-¿Tu quién eres, su abogada acaso? – seguía inmóvil, como sostenida por una fuerza sobrenatural que no me dejaba moverme
-No… fui su madre… por eso lo sé. La perdoné ya estando en este mundo. En vida le recriminé nunca haber hecho nada por mí, le recriminé que sólo se acercara a casa cuando tenía problemas, cuando ya no podía vivir con sus trabajos mediocres y yo la asistía con mi también mediocre pensión de vejez. Fue muy malagradecida siempre. No valoraba las amistades que tenía, perdió el amor de los hombres que se le acercaron y el de sus amigos, el de sus compañeros de clase, todo por tener ese bendito apellido europeo que tanto se regodeaba de tener.
-Si te hizo eso a ti, por qué me pides que la perdone – le dije más calmada – Sabes que se cree más que los demás, piensa que hay que rendirle pleitesías y es muy inconforme. Se queja de todo, nada le agrada. Para ella todo está mal diseñado siempre. Dice que la persigue la mala suerte y te echa la culpa a ti.
-Lo sé – me dijo con un tono tan angelical que me hizo brotar lágrimas – Pero después de irse se arrepintió. Necesita que tú la perdones para seguir su camino de ascenso y evolución.
-¿Perdonarla yo? No tengo esa potestad…
-Sí que la tienes… de hecho, eres la única que la tiene.
-No entiendo cuando dices que “después de irse, se arrepintió” – dije confundida
-Hoy me pidió que te trajera a este campo para que vieras el inmenso amor que siempre sintió por ti y que a lo mejor no supo hacértelo ver en vida – Cuando me dijo eso, sentí como esa fuerza que me tenía rígida en mi cama cedía y me asusté
-¿Qué fue eso? – dije con una desesperación creciente, pero no hubo más palabras. Caminamos hasta ese punto. La imagen se fue alejando como por un túnel oscuro. El paisaje cambió rápidamente y fue allí que luché por no despertarme, luché para quedarme más tiempo, para que me dijera más cosas y fue justo en ese momento cuando sentí como el calor de las lágrimas que regaban mis mejillas me sobresaltó y me hizo despertar de inmediato.
Hace tiempo que no hablo con mamá. Nos alejamos mucho estos años. Su posesividad y su forma tan particular de ver el mundo me hicieron irla olvidando. Somos como dos desconocidas. Desde que me mudé aquí, sola, hace tres años cuando murió mi esposo, no supe más de ella. Después de este sueño o pesadilla tan extraña de anoche a lo mejor la llamo para saber qué es de su vida. ¿Qué locura no? Soñar con mi abuela que no recordaba para que me dijera esas cosas. Creo que ese sueño no me pertenecía.
En todo caso, si hay que perdonar algo, yo te perdono mamá.
En ese momento Isabel sintió como un calor que reconoció de inmediato como la mano de su madre le tocó el hombro, giró bruscamente y no vio nada.
Había muerto esa madrugada. Sólo pasó a despedirse.
Zadir Correa

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente canalización con sus MAESTROS-GUÍAS, te felicito y que sigan los éxitos :-)